lunes, 8 de agosto de 2016

Confieso que he vivido (Pablo Neruda)



"No hay nada más invasivo para un corazón de quince años que una navegación por un río ancho y desconocido, entre riveras montañosas, en el camino del misterioso mar." (Página 24)


"Cuando llegué a Santiago, en marzo de 1921, para incorporarme a la Universidad, la capital chilena no tenía más de quinientos mil habitantes. Olía a gas y a café. Miles de casas estaban ocupadas por gentes desconocidas y por chinches. El transporte en las calles lo hacían pequeños y destartalados tranvías, que se movían trabajosamente con gran bullicio de fierros y campanillas." (Página 55) 

"Santiago es una ciudad prisionera, cercada por sus muros de nieve. Valparaíso, en cambio, abre sus puertas al infinito mar, a los gritos de las calles, a los ojos de los niños." (Página 79)

"Ya se sabe que los araucanos fueron aniquilados y, por fin, olvidados o vencidos, y la historia la escriben o los vencedores o los que disfrutaron de la victoria. Pero pocas razas hay sobre la tierra más dignas que la raza araucana. Alguna vez veremos universidades araucanas, libros impresos en araucano, y nos daremos cuenta de todo lo que hemos perdido en diafanidad, en pureza y en energía volcánica." (Página 223)

"La confianza puesta en los comunistas por aquella multitud de obreros, muchos de ellos analfabetos, había nacido con Luis Emilio Recabarren, quien inició sus luchas en esa zona desértica. De simple agitador obrero, antiguo anarquista, Recabarren se convirtió en una presencia fantasmagórica y colosal. Llenó el país de sindicatos y federaciones. Llegó a publicar más de quince periódicos destinados exclusivamente a la defensa de las nuevas generaciones que había creado. Todo sin un centavo. El dinero salía de la nueva conciencia que asumían los trabajadores." (Página 233)

"Apenas nos alcanzaba el tiempo para dar algunos pasos por esos pueblos. Todos eran iguales y todos tenían una estatua de Stalin, de cemento. A veces pintada de plata, otras veces era dorada. De las docenas que vimos, matemáticamente iguales, no sé cuáles eran más feas, si las plateadas o las áureas." (Página 282)

"Comenzó a llover dentro del avión. El agua se colaba por gruesas goteras que me recordaban a mi casa en Temuco, en invierno. Pero estas goteras no me hacían ninguna gracia a 10.000 metros de altura. Lo gracioso, sí, fue un monje que venía detrás de nosotros. Abrió un paraguas y continuó leyendo, con serenidad oriental, sus textos de antigua sabiduría." (Página 316)

"La primavera comienza con un gran trabajo amarillo. Todo se cubre de innumerables minúsculas flores doradas. Esta germinación pequeña y poderosa reviste laderas, rodea las rocas, se adelanta hacia el mar y surge en medio de nuestros caminos cotidianos, como si quisiera desafiarnos, probarnos su existencia". (Página 406)

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